9 de Octubre de 1820 Independencia de Guayaquil Resumen. ¿Qué se celebra el 9 de octubre en Ecuador? Breve resumen de la independencia de Guayaquil (9 de octubre de 1820).
Índice
- Historia de la Independencia de Guayaquil resumida en video.
- Resumen de la Independencia de Guayaquil corto del 9 de Octubre de 1820.
- Presentación interactiva.
- Versión extendida de la historia.
La Revolución del 9 de Octubre de 1.820 a criterio de muchos historiadores fue un acto político-militar de gran importancia estratégica. Permitía el avance de las luchas libertarias en la América del Sur. Además, de que llegó a constituirse en el primer en firme que se dio con el ánimo de independizar a la Presidencia de Quito del dominio español.
Morillo al mando de un ejército de 10.600 hombres listos para acabar con la revolución americana que se había extendido peligrosamente. Ese mismo año se produjo un acontecimiento de singular importancia. De repente llega frente a las costa guayaquileñas la Escuadra Naval del Comodoro William Brown, marino inglés al servicio de la Junta Soberana de Buenos Aires. Con la intención de brindar el apoyo necesario a una declaratoria independentista por parte de la ciudad.
Las autoridades españolas conscientes del objetivo de Brown. Hicieron circular el rumor de que el marino inglés era un pirata y que venía a atacar al puerto. Razón por la que el Comodoro Brown es recibido el 10 de febrero de 1.816 a cañonazos y se ve envuelto en un combate en el que es derrotado y apresado. Enterados los Guayaquileños de su error las autoridades españolas con el fin de calmar los ánimos porteños libera al comodoro inglés y al gobernador español Juan Manuel de Mendiburu que venía a relevar a Vasco Pascual. Titular de la gobernación del puerto; Mendiburu posesionado del cargo y desconfiando de los habitantes de la ciudad los reprimió y hostilizó hasta cuando dejo el cargo en abril de 1.820.
Historia de la Independencia de Guayaquil resumida en video:
Resumen de la Independencia de Guayaquil corto del 9 de Octubre de 1820.
La ciudad de Guayaquil era un puerto importante que contaba con una guarnición de 1.500 hombres que en su gran mayoría eran naturales de la provincia. Con varios oficiales que simpatizaban con la causa independentista aguardando el momento precisos para manifestar dichas afinidades.
En aquella época llegan de paso por el puerto el Mayor Miguel de Letamendi y los capitanes Luis de Urdaneta y León de Febres Cordero. Oficiales degradados del batallón “Numancia” por sus tendencias antirrealistas. Entran en contacto con otros personajes porteños afines a sus ideas.
El 8 de Octubre de 1.820 los conspiradores decidieron “entrar en acción”. De tal modo que en la madrugada del 9 de Octubre el capitán Febres Cordero toma el cuartel de Granaderos sin encontrar resistencia alguna. Algo parecido ocurre en los demás cuarteles de la ciudad en donde casi no existió oposición alguna. No así en el batallón “Daule” en donde el comandante Joaquín Magallar se enfrentó al Capitán Luis de Urdaneta y debió ser abatido junto a otros ocho soldados que secundaron su acción.
La muerte del comandante Magallar fue la única que se dio en la toma de la ciudad. Ya por la mañana del 9 de Octubre de 1.820 se organiza una Junta de Guerra presidida por Luis de Urdaneta. Se nombró a Olmedo como Jefe Político y al teniente Gregorio Escobedo como comandante militar.
Finalmente el 8 de Noviembre los diputados de la provincia de Guayaquil se reúnen y conforman la Junta de Gobierno definitiva. Compuesta por José Joaquín de Olmedo como presidente. Rafael Jimena y Francisco Roca como Vocales y Secretario de Junta a Francisco Marcos.
Presentación Interactiva:
Versión extendida de la historia de la Independencia de Guayaquil
La revolución del 9 de octubre de 1820 tiene sus antecedentes a partir de 1814. Cuando (luego de haber permanecido durante varios años en México, Europa y los Estados Unidos) José de Antepara, José Joaquín Olmedo y José de Villamil llegaron a Guayaquil. Para dedicarse con entusiasmo y fervor a hacer conocer a los guayaquileños los nuevos conceptos políticos. Y las nuevas formas de gobierno que debían regir los destinos de los pueblos libres.
Estos tres patriotas no hablaron de cambiar autoridades como lo había hecho la revolución quiteña del 10 de agosto de 1809. Ellos se expresaron en términos de independencia, de democracia y de República. Haciendo conciencia en todos los ciudadanos de que era necesario realizar cambios sustanciales en las estructuras políticas y sociales de los pueblos de la América española.
Fueron tan convincentes sus conceptos y argumentos, que su voz fue escuchada y esas ideas de independencia, poco a poco… de boca en boca. Empezaron a regarse entre todos los guayaquileños. Para entonces, la pérdida de sus colonias en América del Norte había puesto a Inglaterra en situación muy desfavorable con relación a España, que aún las conservaba. Por el norte, Bolívar había logrado importantes triunfos tanto en Venezuela como en Nueva Granada (Colombia). Y desde el sur llegaban las noticias de los avances de San Martín.
Con estos antecedentes, al llegar 1820 los guayaquileños comprendieron que la libertad de la patria dependía solo de ellos, que aunque estaba ya muy cerca no había que esperarla, era necesario ir a buscarla.
Y es que la lucha entre españoles y criollos aún no estaba definida: En América aún quedaba por independizar gran parte del Virreinato de Santa Fe (Colombia). La Audiencia de Quito. El Virreinato de Lima y la Audiencia de Charcas (Bolivia). Bolívar estaba detenido al sur de Colombia sin poder trasponer la cordillera de Pasto cuyas puertas le eran infranqueables. Y San Martín, al sur, casi no tenía ya hombres con quienes sostener sus luchas por la independencia del Perú.
Fue entonces que, a finales de julio y de paso hacia Caracas, procedentes de Lima llegaron a Guayaquil los oficiales venezolanos León de Febres-Cordero, Miguel de Letamendi y Luis Urdaneta, miembros del afamado batallón “Numancia”, quienes habían sido separados de dicho cuerpo por haber manifestado expresiones de rebeldía y simpatías independentistas.
Y es que los guayaquileños sabían que para proclamar su independencia. A más de la fuerza consistente de sus ideas necesitaban también la fuerza determinante de las armas y una gran cantidad de efectivos militares. Fue por eso que -con inteligencia y argumentos- con la cooperación de los tres venezolanos lograron convencer a la oficialidad de los regimientos acantonados en la ciudad. Entre los que se encontraban el Cap.
El domingo 1 de octubre de 1820, y a petición de la joven Isabelita Morlás -hija del Ministro de las Cajas Reales don Pedro Morlás-, don José de Villamil y su esposa, doña Ana Garaycoa. Ofrecieron una fiesta en su casa del Malecón. A Villamil le pareció una magnífica oportunidad para reunir a los conspiradores sin levantar sospechas. Por lo que encargó a Antepara la misión de invitar también a todos aquellos a quienes considerara dispuestos a respaldar la idea emancipadora. Incluyendo a los militares comprometidos.
En esa reunión secreta, a la que Antepara llamó “La Fragua de Vulcano” -porque por conjunción cósmica reunió a todos los comprometidos con la libertad-. Estuvieron presentes, entre otros, Luis Fernando Vivero, los hermanos Antonio y Francisco de Elizalde, Lorenzo de Garaycoa, José de Villamil, Francisco de Paula Lavayen, Baltazar García, el Cmdte. José María Peña, don Manuel Loro, Pedro Sáenz, Francisco Oyarvide, José Rivas, José Correa y por su puesto, Febres-Cordero, Letamendi, Urdaneta, Escobedo. Y los demás militares comprometidos en la revolución, quienes acordaron que esta se daría en las primeras horas del 9 de octubre.
Algunos de estos nombres no han tenido trascendencia. Porque lamentablemente la historia prefiere consignar a quienes tuvieron participación militar o política. Pero fueron ellos, los civiles anónimos, quienes financiaron económicamente a la revolución. Porque a los militares había que pagarles, eran soldados de carrera; no mercenarios, pero sí profesionales. Y al momento en que abandonaron las filas realistas y se pasaron al bando independentista, lógicamente dejaron de percibir sus sueldos, que los recibían de Lima.
El primer escogido fue Jacinto Bejarano, viejo conductor de los patriotas guayaquileños. Quien se excusó expresando que sería indigno comandar un movimiento revolucionario sin poder estar presente en él. Pues los achaques de su avanzada edad se lo impedirían. Se propuso entonces el mando a José Joaquín Olmedo, quien también se excusó señalando que era hombre de letras y no soldado. Y que el líder de la revolución debía ser un militar con experiencia y capacidad de mando.
Por último se buscó a Rafael de la Cruz Jimena, quien por haber recibido su educación y su carrera militar en España. Se excusó también por considerar que no sería caballeroso asumir la dirección de la lucha en contra de la Corona Española. En los días siguientes, ante la falta de un líder que comande la revolución, al no conocer nada con respecto a las campañas de Bolívar y de San Martín, y con la certeza de que los españoles mantenían en el Perú una gran fuerza compuesta por cerca de 22.000 efectivos, y otra en Quito y Pasto, con 6.000, en un exceso de preocupación Villamil sugirió que el golpe debía ser aplazado.
Surgió entonces el talento y la decisión de Febres-Cordero, quien comprendiendo que no había tiempo que perder, dijo: “¿Cuál es el mérito, que contraeremos nosotros con asociarnos a la revolución después del triunfo de los generales Bolívar y San Martín…? … Bolívar nos mandará soldados acostumbrados a vencer y desde aquí le abriremos las puertas de Pasto que le serán muy difícil de abrir atacando por el norte (…) Pasto es inabordable por el Norte y la inmediata revolución de Guayaquil se hace necesaria para abordarlo por el Sud”.
En las primeras horas del 9 de octubre de 1820 y a la voz de “Viva la Patria”, ocultos entre los soportales y protegidos por las sombras, uno a uno los comprometidos en el golpe revolucionario fueron llegando al Cuartel de Granaderos, situado en los bajos de la Casa del Cabildo, y luego de ponerse de acuerdo y de asignarse las respectivas responsabilidades, cada uno partió a cumplir con su destino frente a la historia.
Nájera se tomaron el Cuartel de la Brigada de Artillería (1) sin encontrar ningún tipo de resistencia; Urdaneta, junto con Antepara y algunos civiles, hizo lo propio con la batería “Las Cruces” (2), y por último, ese mismo grupo se apoderó del Cuartel “Daule” (3), cuyo Jefe, el Cmdt.
En la mañana de ese glorioso 9 de octubre de 1820, cuando brilló “La Aurora Gloriosa” y los primeros rayos del sol iluminaron la ciudad, Guayaquil y toda la provincia ya eran libres, para siempre, del dominio español. En su “Reseña Histórica”, José de Villamil señala que el 9 de octubre de 1820 “…por disposición de la Junta (de Gobierno) se desplegó la bandera de Guayaquil independiente compuesta de cinco fajas horizontales, tres azules y dos blancas y en la del centro (azul) tres estrellas…”
En la comunicación que el Ayuntamiento de Guayaquil envía ese mismo 9 de octubre de 1820 a Quito y a Cuenca dice textualmente “…el hermoso estandarte de la patria tremola en todos los puntos de esta plaza”.
Antes del medio día Villamil y Febres-Cordero insistieron ante Olmedo para que asuma el cargo de Gobernador Civil de la Plaza. Y aunque este se excusó varias veces, tuvo finalmente que acceder. Se anunció entonces por “bando” la libertad obtenida, y por el voto general del pueblo. Al que estaban unidas todas las tropas acuarteladas, se proclamó de manera definitiva la independencia. Y se firmó el acta del cabildo del 9 de octubre de 1820, que constituye -de hecho- el “Acta de la Independencia de Guayaquil” y de toda la Patria, pues no hay otra.
Esa acta, en su primera página, dice textualmente: “En la ciudad de Santiago de Guayaquil. A los nueve días del mes de octubre de mil ochocientos veinte y años, y primero de su independencia”. Al día siguiente de proclamada la independencia, lo primero que hizo Olmedo -que era un constitucionalista por antonomasia. Y que por ende quería darle a Guayaquil categoría jurídica y constitución republicana-. Fue organizar un gobierno legítimo basado en el voto popular, para lo cual convocó a una Junta representativa de todos los pueblos de la Provincia Libre de Guayaquil.
Dos días después, considerando que Bolívar no podía cruzar Pasto y que por el sur, la poderosa fuerza española impedía el avance de San Martín. Los guayaquileños enviaron a ellos sendos mensajes anunciándoles que Guayaquil ya era libre del dominio español. Y que podían contar con ella en todo lo referente a las luchas por la independencia.
Y sin embargo, la transformación del 9 de Octubre es uno de los hechos gloriosos en que no fue menester librar sangrientos combates ni lanzar el grito de victoria entre los ayes de dolor y el duelo de la población. Porque la revolución estaba hecha ya en el campo de las ideas y no hubo necesidad de desarraigar a sangre y fuego las seculares instituciones coloniales”. (José Antonio Campos.- Historia Documentada de la Provincia del Guayas, tomo IV, p.
El eco de la revolución de octubre retumbó en todos los rincones de la patria. Y los jóvenes criollos, que organizaron las primeras tropas para intentar dar la independencia a Quito. Llevaron a los pueblos del interior nuevos alientos y esperanzas.
El 8 de noviembre de 1820 -convocados por el Ayuntamiento de Guayaquil- mediante expresión libre y democrática. Los 57 diputados representantes de todos los pueblos convocados eligieron a Olmedo como Presidente de la Provincia Libre de Guayaquil (no alcalde como algunos mal informados repiten constantemente). A Rafael Ximena para que se encargue de los asuntos militares. A Francisco Roca para que asuma la responsabilidad de atender los asuntos civiles. Y se designó a Francisco de Marcos como secretario.
Se dictó además un “Reglamento Provisorio de Gobierno”. Fue la Constitución que regiría los destinos jurídicos de este nuevo estado, de la República de Guayaquil. Con una extensión de más de 53.000 km2. Integraba todos los territorios comprendidos desde el río Esmeraldas, al norte, hasta la ciudad de Tumbes al sur. Comprendiendo además las estribaciones occidentales de la cordillera de los Andes.
Inmediatamente y conscientes de que no se podía hablar de la independencia de la patria hasta no lograr la libertad de Quito. Los patriotas guayaquileños estructuraron los primeros batallones armados, y bajo las órdenes de Luis Urdaneta y León de Febres-Cordero. La “División Protectora de Quito” salió en campaña hacia el interior.
Al día siguiente, en las cercanías de Bilován, en el camino a Guaranda, las tropas patriotas tuvieron su bautizo de fuego en la célebre Batalla de Camino Real. En la que alcanzaron un triunfo que permitió a Guaranda proclamar su libertad.
Los patriotas guayaquileños -animados por el entusiasmo de liberar a toda la patria- continuaron su victoriosa marcha hacia Quito. Pero el 22 del mismo mes, en los campos de Huachi sufrieron una terrible derrota que los obligó a replegarse a Guayaquil.
La derrota de Huachi demostró a los patriotas que les hacía falta mayor organización y poder bélico, por lo que escribieron a Bolívar indicándole que Guayaquil era ya ciudad libre del yugo español. Con un gobierno, pero que necesitaban refuerzos para poder mantener la independencia.
Antonio José de Sucre, quien llegó a Guayaquil el 6 de mayo de 1821 acompañado de un fuerte contingente militar. E inmediatamente pasó a reorganizar las fuerzas patriotas, que una vez más marcharon hacia el interior. Se libraron entonces decisivas e importantes batallas como las de Cone, el segundo Huachi, Tanizagua y Riobamba (Tapi) para -entre triunfos y derrotas- dar la libertad a todos los pueblos de Quito.